Plaça Nova es el inicio del recorrido por la ciudad española de Barcelona. Desde el siglo XIV se consideró un lugar de gran importancia, tanto para locales como para extranjeros, allí se ubicaba la puerta a Barcino, en el imperio romano. Desde ese entonces era punto de encuentro para la venta de esclavos, víveres o simplemente recreación. Es significativo que, además de la antigüedad de sus construcciones, tenga las fiestas celebradas por más tiempo sin interrupción: las de Sant Roc.
Sant Roc se convirtió en el patrón del barrio, a consecuencia de la peste que se propagó en España, y, en especial, al brote de 1583 que hubo en aquella ciudad. Se cuenta que el santo los protegió contra la enfermedad, y seis años después comenzaron las fiestas en su nombre. En sus inicios era solo una procesión, pero la festividad ha evolucionado hasta tener dulces característicos, los panellets, y tradiciones, como la de dibujar la cara de un personaje no grato en un globo y dejarlo ir, mientras los niños gritan «Fuera, fuera».
A pesar de sus atractivos, Plaça Nova cuenta con recuerdos oscuros. El barrio perdido hace referencia a una vecindad que fue arrasada durante la Guerra Civil Española y que transformó en gran medida la arquitectura del lugar. Estos sucesos dieron lugar a que la plaza fuera abierta, perdiendo la singularidad de ser de las pocas plazas medievales cerradas.
