Conocida por su visión única de la fotografía de calle, Levitt evitó siempre explicar sus imágenes. Esa reticencia, lejos de poner distancia, revela la esencia de su trabajo: escenas que parecen sencillas, pero que destilan una ambigüedad magnética, abiertas a tantas lecturas como espectadores. Sus célebres fotografías de niños en las calles del Harlem hispano —espacios humildes convertidos en escenarios cargados de humor, tensión y ternura— muestran una realidad desnuda que, al mismo tiempo, se vuelve misteriosa, casi narrativa sin contarlo explícitamente.
La muestra también reivindica a Levitt como una pionera. En los años treinta, consiguió hacerse un lugar en un ámbito dominado por hombres y, en 1943, fue una de las primeras mujeres en exponer de forma individual en el MoMA de Nueva York.
Comisariada por Joshua Chuang, esta exposición revela la voz discreta pero poderosa de Levitt, capaz de convertir lo cotidiano en un poema visual que sigue resonando décadas después.