La historia se sitúa en una casa aislada en plena montaña. Dos hombres conviven allí, casi sin pasado y con una certeza inquietante: uno de ellos debe matar al otro. A partir de ese punto, todo queda abierto. ¿Quién será la víctima? ¿Quién el verdugo? La respuesta no está escrita de antemano y cada elección transforma el rumbo de la obra, multiplicando las posibilidades hasta el infinito.
La pieza funciona como un mecanismo vivo que rompe con la expectativa tradicional. Drama, poesía, ciencia ficción, crimen y reflexión filosófica conviven en un mismo espacio, donde incluso Wittgenstein encuentra su lugar. Una casa en la montaña es un teatro que se despliega en tiempo real, un ejercicio colectivo donde los mundos posibles se tocan, se contradicen y se revelan ante los ojos —y las decisiones— de quienes están presentes.