La Pastelería del Pozo es la más antigua de Madrid. Su historia se remonta a 1830, cuando la familia Agudo la fundó en la misma casa.
Julián Leal era uno de sus vecinos favoritos. Durante la temporada de caza, don Jacinto Benavente, enamorado de la comida, acudía todos los domingos a la panadería. Se sentaba en una silla de madera, que aún se conserva.
Durante la Guerra Civil, Don Julián vigilaba este muro y las mujeres y los niños se escondían en el horno, donde había una cueva con hornacinas.
Muchos personajes famosos han pasado por este acogedor lugar. Pío Baroja, Gregorio Marañón y Jiménez Díaz vinieron a degustar los famosos dulces.
Este local ha sabido conservar el mobiliario original con mostradores de mármol y madera, la antigua caja registradora y las lámparas de gas. Pero lo más importante es que han conservado el sabor de las antiguas pastelerías y las recetas originales.