El palacio se encuentra en los terrenos donde antes se ubicaba el Palacio Real. Estos terrenos fueron adquiridos por los recién acuñados marqueses D. José Mourne y Dña. Raimunda de Osorio cuando el rey Amadeo de Saboya les concedió el título en 1872. Existe una leyenda asociada a ellos. Este matrimonio fue desaprobado por el padre de nuestro protagonista, Mateo Murga y Michelena. José confesó a su padre que se había enamorado de una modesta mujer, supuestamente hija de una cigarrera del barrio de Lavapiés. Mateo se horrorizó al oírlo e inmediatamente envió a su hijo a estudiar a Londres, sin dar ninguna razón. El motivo —y este será el punto de partida— es que ambos eran hermanos por parte de padre, y Raimunda era fruto de una relación extramatrimonial con Mateo. Tras la muerte de su padre, la pareja pudo casarse sin objeciones en 1858. En ese momento, José encontró una carta de su antepasado en la que le explicaba la situación. En respuesta, ambos apelaron al Papa Pío IX, quien les concedió una bula conocida como «Casti convivere», pero para ello debían vivir en castidad.
Demasiado tarde, porque ya tenían una hija, Raimundita. Para evitar un posible escándalo, el bebé fue emparedado o ahogado, según la versión, entre los muros del propio palacio, que hoy se encuentra en uno de los mejores barrios de la capital española.
El palacio fue construido por los eminentes arquitectos y artistas Adolf Ombrech, Carlos Colubi y Manuel Aníbal Álvarez, que dejaron su impronta. La residencia fue ocupada en 1884. La casa se decoró en un estilo ecléctico, que combinaba sobriedad y pompa, inspirado en los palacios franceses e italianos.
Sin embargo, un año después de terminar el edificio, los marqueses fallecieron, dejando la residencia a su ahijada Raimunda Avesilla.
El siglo XX comenzó para España con giros políticos, movimientos sociales, la Guerra Civil y la Edad de Plata de la cultura española. Y el Palacio Linares fue testigo impasible de todo ello. A finales de los años 50 empezó a alquilarse. Y más tarde se planteó su demolición. La salvación del Palacio llegó en 1976, cuando fue declarado monumento histórico-artístico. El Palacio cobró vida de la mano del director Luis García Berlanga y su película "Patrimonio Nacional".
Tras ser adquirido por el Ayuntamiento de Madrid, el Palacio reabrió sus puertas el 25 de julio de 1992 como sede de la Casa de América.