Artistas de todo el mundo, como polillas a la luz de una lámpara brillante, se apresuraron a llegar a la ciudad a orillas del Sena. Entre ellos se encontraba un valenciano, Joaquín Sorolla.
Sorolla no sólo aceptó el nuevo arte, sino que consiguió, sin salirse del estilo, encontrar su propio camino en él, lo que llevó al español a su propia casa en Madrid.
La casa construida por el artista ha sobrevivido y alberga el Museo Sorolla desde 1932. Se lo debemos a la esposa de Joaquín Sorolla, que legó al Estado la herencia de su marido, con una condición: el primer director del nuevo museo debía ser el único hijo del artista.
Sin embargo, la casa-museo no es sólo salas de exposiciones con la mayor colección de obras del destacado impresionista español. Aquí también se hace realidad el sueño del artista de tener su propia casa, a la que lleva viajando casi medio siglo. Los objetos auténticos que aquí se guardan pueden decirnos mucho sobre los gustos, preferencias y fuentes de inspiración de Joaquín Sorolla. Además, entre el mobiliario hay muchas obras de arte reales. En el interior de la casa, especialmente en la planta baja, se respira el auténtico ambiente bohemio de principios del siglo XX que Sorolla creó en su vivienda. Entre otras cosas, la casa y los jardines destacan porque Valencia y Andalucía se encuentran en el corazón de Madrid.