Escondida en medio de una calle del barrio de Chamberí se encuentra una pequeña joya de la capital, donde se oculta una cantidad inimaginable de rocas, minerales y fósiles.
La historia del IGME se remonta a 1849, cuando Isabel II creó una comisión de expertos para elaborar el primer mapa geológico de España. No obstante, el año clave fue 1926, cuando Alfonso XIII inauguró esta sala, cuya museificación — la forma de exponer los objetos — responde a la manera en que se concebían los museos en el siglo XIX: como grandes almacenes de exposición, que buscaban mostrar el mayor número de objetos posible. Hoy en día se pueden encontrar fósiles de mastodontes del Plioceno y Mioceno, un llamativo cocodrilo del Jurásico, meteoritos, gemas, minerales y rocas de todo el mundo.
De hecho, el propio edificio del museo ya puede considerarse una exposición. Al subir a la primera planta, se pueden ver las singulares vidrieras emplomadas de la casa Maumejean, que fabrica vidrieras desde hace más de 150 años. Detrás de la enorme puerta hay 1300 metros cuadrados de arquitectura renacentista en madera, hierro forjado y cristal, distribuidos entre la planta baja y los balcones. Y, por supuesto, la propia exposición, de visita gratuita, con 250 vitrinas de madera tallada y cristal. No es de extrañar que en 1998 el edificio fuera declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de monumentos.