Lo que hoy parece una pasarela de tráfico cualquiera en el Paseo de la Castellana esconde uno de los rincones más singulares del arte en Madrid. Bajo el paso elevado inaugurado en 1970, y gracias a la visión compartida del escultor Eusebio Sempere y un grupo de ingenieros, nació la idea de un museo al aire libre que acercara el arte moderno al ciudadano de a pie.
El proyecto tomó forma en 1971, con una solución tan original como generosa: los artistas donarían sus obras, muchas creadas especialmente para el espacio, y el Ayuntamiento solo asumiría los costes técnicos. Así fue como grandes nombres del arte abstracto español, de Chirino a Subirachs, acabaron dejando su huella en un museo sin puertas ni taquilla.
Distribuido en tres niveles y con más de 4.000 metros cuadrados, el museo es un recorrido visual que desciende desde la calle Serrano hasta la Castellana. La famosa Sirena varada de Chillida, que enfrentó durante años a técnicos y políticos por su suspensión bajo el puente, se alza hoy como símbolo de este espacio único, donde arte, ciudad y memoria se funden en plena calle.