En 1615, Cristóbal Gómez Sandoval fundó el convento junto a su propio palacio, finalizando su construcción en 1744. Curiosamente, el arquitecto jefe, Bartolomé Hurtado García, quien inició las obras y las lideró hasta 1698, abandonó el proyecto debido a la escasa remuneración.
Tras la caída en desgracia del duque de Uceda, el mantenimiento del convento se volvió insostenible en 1985. Fue entonces cuando las monjas optaron por venderlo. El Ayuntamiento de Madrid adquirió el convento, desarrollando varios apartamentos en su lugar.
Por instrucciones del general Gutiérrez Mellado, el convento se adquirió para ser la sede del arzobispado castrense, una decisión que tenía sentido dado que los sacerdotes habían acompañado históricamente a los soldados en batalla, una tradición que comenzó con las Tercias de Flandes y solo se interrumpió durante la Segunda República, alrededor de 1932.
La fachada destaca por un relieve que representa la apoteosis de San Benito y San Bernardo. En el pórtico, se encuentra un fresco adornado con ángeles.
Hoy en día, también es posible visitar la iglesia, que alberga dos confesionarios notables: uno utilizado por San José María Rubio Pulido y el otro por el padre Poveda, quien fue martirizado en 1936.
El altar principal está presidido por un retablo de Gregorio Ferro de finales del siglo XVIII, que ilustra la "Adoración de la Eucaristía" por San Benito y San Bernardo.
El propio duque de Uceda yace enterrado detrás de la reja, a la izquierda del altar.
