La Alcarria es uno de los lugares turísticos preferidos incluso por los propios madrileños. Los campos de lavanda púrpura atraen hasta aquí. Sin embargo, éstos no son todos los secretos del barrio. Aquí hay un interesante pueblecito llamado Cívica, escondido en un acantilado. Una magnífica estructura se alza sobre un muro de piedra blanca. Está decorada con altos arcos, grutas, escaleras y cascadas que desembocan en el río Tajuña.
Cívica es mencionada por el escritor Camilo José Celo en su libro «El camino de la Alcarria». El escritor hace un retrato muy claro de la zona, diciendo que «se parece a un pueblo tibetano o al escenario de una ópera de Wagner». Muchos encuentran similitudes con Capadocia, más concretamente con las cuevas de la Edad de Bronce situadas en el corazón de Turquía.
Según los hallazgos arqueológicos, el pueblo estuvo habitado en la Edad Media por judíos sefardíes y monjes de la orden de la sobriedad. Se cree que utilizaron las cascadas para construir un pequeño molino de papel. La Cívica que conocemos hoy se construyó entre los años cincuenta y setenta. El heredero de las tierras, Aurelio Pérez, intentó crear aquí un auténtico santuario.
Además de las cuevas turcas, hay aquí una pintoresca cascada, que sin duda merece una visita durante la estación lluviosa. El cercano pueblo de Yele cuenta con una iglesia románica, destruida durante la Guerra Civil y reconstruida en 1950.