La artista transforma el espacio de CentroCentro en una inmersión simbólica entre realidad y ficción. La intervención sensorial transforma la percepción de la arquitectura e invita al espectador a vivir una experiencia interior profunda.
Un elemento clave del proyecto es la transformación de la barandilla de cristal de la sala de exposiciones en un estanque de agua cuyo nivel parece llegar al cuello. Esta imagen visual se convierte en un punto de partida para la reflexión sobre los límites entre superficie y profundidad, lo visible y lo invisible.
El proyecto crea un efecto palíndromo y de déjà vu: el espectador se balancea entre lo racional y lo espiritual, lo superficial y lo interior. Recorrer las salas se convierte en una exploración de dos estados opuestos.
Un lugar especial en el proyecto lo ocupa la serigrafía «Donde comienza el interior», que representa una piscina con un universo infinito en su interior. La escalera junto al agua simboliza la transición y nos invita a reflexionar sobre los límites de la percepción.