El hallazgo, descrito como «uno de los dólmenes más imponentes y completos de Andalucía», podría reescribir parte de la prehistoria del sur peninsular.
La estructura, de 13 metros de largo y formada por enormes losas de piedra verticales, conserva varias cámaras funerarias en un estado excepcional. En su interior, los investigadores encontraron restos humanos acompañados de un ajuar sorprendentemente variado: marfil, ámbar, conchas marinas y una alabarda de sílex tallada con precisión milimétrica.
«Su conservación es asombrosa. Nos permite asomarnos directamente a la vida y a las creencias de las primeras comunidades agrícolas de la región», explicó Eduardo Vijande, codirector del proyecto de la Universidad de Cádiz. El uso de materiales exóticos sugiere que estos pueblos mantenían rutas de intercambio a larga distancia, donde el mar funcionaba como vínculo cultural y símbolo de prestigio.
Cubierta por un antiguo túmulo de piedra y arena, la tumba revela el sentido espiritual y colectivo de la muerte hace cinco milenios. Para los investigadores, el dolmen no es solo una sepultura: es una cápsula del tiempo, un mensaje de piedra que ha resistido al olvido.