La compañía acaba de recibir 12,5 millones de euros de la Unión Europea para avanzar con un ensayo clínico que está dando resultados inesperadamente alentadores en pacientes con cáncer metastásico para los que ya no había opciones terapéuticas.
El avance no está en atacar directamente al tumor, sino en centrar la diana en algo que hasta ahora había sido casi invisible para la mayoría de tratamientos: su microambiente. Según explica el CEO de Oncomatryx, el bioquímico Laureano Simón, el tumor se protege tras una barrera de células —los fibroblastos— que bloquea la entrada de terapias convencionales y, además, crea un entorno inmunodeprimido que impide que el propio cuerpo pueda combatirlo.
El nuevo fármaco actúa sobre este «escudo» con una precisión que Simón describe como «limpia, específica y potente». Al desactivar los fibroblastos, no solo se debilita el tumor primario: también se desmantelan los nichos donde se asientan las metástasis, impidiendo que estas progresen.
Los resultados preliminares han sorprendido incluso al propio equipo. En tumores especialmente agresivos, como los de páncreas o hígado, y en pacientes con metástasis en hígado y pulmón, se han observado mejoras significativas en la supervivencia y, en algunos casos, reversiones completas de la metástasis. Uno de los ejemplos citados por Simón ocurrió en una paciente con cáncer de páncreas y metástasis hepática —uno de los escenarios más graves— en la que las lesiones desaparecieron.
Además de su eficacia, el fármaco se está administrando en personas para las que ya habían fallado todas las terapias previas y presenta mínimos efectos secundarios, lo que, según Simón, supone «no solo prolongar la vida, sino prolongarla con esperanza».
Con este impulso económico europeo, Oncomatryx da un paso decisivo en un camino que podría abrir una nueva generación de tratamientos contra la metástasis, uno de los grandes desafíos pendientes de la oncología.