La Organización Mundial de la Salud ha puesto bajo vigilancia una nueva variante llamada NB.1.8.1, detectada por primera vez en enero de 2025 y ya presente en varios países de Asia y destinos turísticos internacionales.
Esta mutación, derivada de la cepa Ómicron, ha ganado terreno rápidamente y representa más del 10% de los contagios a nivel global. Aunque el riesgo general se considera bajo, su rápida expansión y ciertos síntomas persistentes han llevado a las autoridades a no perderla de vista.
Los síntomas son similares a los ya conocidos: tos seca, congestión, dolor de garganta, fiebre y dolores musculares. No obstante, los médicos destacan una fatiga más intensa y duradera, pérdida de apetito y, en algunos casos, molestias digestivas como náuseas o diarrea.
La OMS no prevé nuevas restricciones, pero recomienda vigilancia activa y actualización de las respuestas sanitarias. La protección ofrecida por las vacunas actuales sigue siendo efectiva, lo que permite mantener la calma sin bajar la guardia.