Una investigación dirigida por Juliette Jue y Jung Hee Ha, de la Universidad Hanyang en Seúl, ha sacudido el debate al sugerir que las preferencias cromáticas podrían estar vinculadas a rasgos cognitivos.
El estudio encontró que las personas con menor coeficiente intelectual tienden a inclinarse por colores intensos y saturados como el rojo escarlata, el amarillo flúor, el verde limón o el rosa fucsia. Tonalidades directas, sin matices, que buscan una estimulación rápida e inmediata. En cambio, quienes muestran una inteligencia emocional más alta y una personalidad reflexiva prefieren tonos más suaves y complejos, como los grises azulados o los pasteles.
Eso sí, los autores insisten: no se trata de juzgar ni de reducir a nadie a una paleta de color. Las preferencias estéticas son multifactoriales y reflejan también la personalidad, las experiencias o los impulsos inconscientes. A fin de cuentas, quizá el color favorito no diga tanto sobre cuánto pensamos, sino cómo sentimos y percibimos el mundo.