El Ayuntamiento de Barcelona, propietario del 93% del conjunto desde 2017, ha completado recientemente el desalojo definitivo del espacio y activa ahora un plan para convertirlo en un polo de innovación económica, cultural, social y residencial.
El proyecto prevé invertir 51,8 millones de euros mediante una colaboración público-privada y reactivar más de 11.500 m² entre los ejes de Pere IV, Bolívia, Fluvià y Selva de Mar. Un giro ambicioso para un recinto catalogado que llevaba años en claro deterioro.
El primer paso será la reconversión de la nave Klein en un espacio dedicado a la economía social y solidaria. Con 1.291 m², estará gestionado por cooperativas ligadas al cooperativismo, la transición energética y la transformación comunitaria. El concurso público se lanzará a inicios de 2026 y las obras, con una inversión de 7,5 millones, arrancarían a finales del mismo año.
La nave Shield asumirá un rol distinto: convertirse en una incubadora para empresas del sector agroalimentario, uniendo cocina, ciencia y tecnología. Será un laboratorio para proyectos de investigación conjunta y un centro de formación especializado.
En las naves Paul y Birkhead, recientemente desalojadas, se habilitará vivienda asistida y un equipamiento con servicios complementarios. A este conjunto se sumará la nave Steegmann una vez se cierre su compra, alcanzando unos 4.500 m² destinados al ámbito residencial.
Mientras tanto, la actividad cultural no desaparece: las naves Johnston y Fonseca continúan activas como fábricas de creación, con más de 30 artistas impulsando proyectos contemporáneos bajo la gestión del ICUB.
Con orígenes que se remontan a 1852, La Escocesa nació como fábrica química vinculada a capital escocés y funcionó hasta 1998. Ahora, casi dos siglos después, inicia un proceso que aspira a reconciliar su pasado industrial con las necesidades de la ciudad del futuro.