Las llamas devoraron parte de la decoración inspirada en la selva maya, pero la respuesta del barrio fue inmediata: Gràcia no se rinde.
A primera hora, calles enteras cedieron parte de sus adornos para reconstruir lo perdido. En Verdi ya cuelga la princesa Leia de Libertat, la lagartija gaudiniana de Perill, pinturas de Sant Miquel y hasta una caja de palomitas llegada desde Providència. Otros vecinos decidieron tapar sus propias creaciones como muestra de apoyo. La fiesta volvió a cobrar vida con un mosaico colectivo de símbolos.
«El barrio reaccionó en minutos. Aún había brasas y ya levantábamos un andamio juntos», recuerda emocionado Albert Jiménez, de la Asociación de Vecinos de Verdi. Para Nil Sabatés, librero del barrio, la solidaridad ha sido «más fuerte que el fuego».
La Fundació Festa Major de Gràcia alerta de que el incendio refleja un incivismo recurrente, pero al mismo tiempo celebra la respuesta comunitaria: “Tapar meses de trabajo por solidaridad es un gesto brutal”.
Gràcia lo ha dejado claro: ni el fuego ni la destrucción detendrán la fiesta. Aquí, la calle no se quema; se reconstruye unida.