El satélite 6GStarLab, fabricado íntegramente en el territorio, ya orbita la Tierra tras despegar el 28 de noviembre desde la base de SpaceX en Vandenberg (California). No es un satélite convencional, sino el primer laboratorio europeo abierto de investigación 6G en órbita baja, concebido para poner a prueba tecnologías que aún no existen en el mercado.
La misión sitúa a Cataluña en un lugar poco habitual para un territorio sin industria aeroespacial pesada: en la vanguardia de las redes no terrestres, aquellas que se apoyan en satélites o plataformas de gran altitud para hacer lo que las infraestructuras tradicionales no pueden. El satélite funcionará como un banco de ensayos a distancia, donde investigadores y empresas podrán ejecutar experimentos reales sin abandonar el planeta. Los primeros estarán operativos a principios de 2026.
El propósito va mucho más allá de la velocidad de descarga. Las redes híbridas —combinación de terrestres y no terrestres— son la base de servicios que, hasta ahora, dependen del azar: atención médica a distancia en áreas remotas, educación digital sin cortes, monitorización de incendios y catástrofes, o el despliegue seguro de vehículos autónomos. En otras palabras, tecnología espaciales para resolver problemas terrenales.
El proyecto se complementa con una instalación pionera: una estación óptica terrestre en Móra la Nova (Terres de l’Ebre), desde donde se controlarán las pruebas y se establecerán comunicaciones láser bidireccionales con el satélite. Es una infraestructura clave para transmitir datos a gran velocidad y sin saturación, con aplicaciones que van de la investigación científica a la seguridad civil.
En un ecosistema global donde el 6G aún es un concepto en construcción, Cataluña ha optado por adelantarse y construir un laboratorio donde probar la teoría en condiciones reales. No para mirar el cosmos, sino para mejorar lo que ocurre a ras de suelo.