El distintivo no se limita al prestigio simbólico. La capital catalana deberá diseñar para 2026 un programa específico de actividades que permita involucrar a ciudadanía, entidades y sector cultural. Entre las primeras líneas de trabajo, el consistorio ha anunciado su intención de ampliar los espacios con iluminación navideña de autor. Para ello ha convocado un concurso creativo con la Asociación de Diseño Industrial, con el objetivo de dar continuidad al modelo estrenado este año e impulsar talento local.
El jurado internacional, reunido en Waterford (Irlanda), ha valorado la capacidad de Barcelona para articular tradición y multiculturalidad en un paisaje navideño singular. Destacó la riqueza histórica, artística y gastronómica de la ciudad, junto con espectáculos callejeros, celebraciones litúrgicas y mercados que dotan de «calidez y alegría» al espacio público. La sostenibilidad también ha jugado un papel clave: uso de iluminación de bajo consumo, iniciativas de reciclaje, ferias eco-friendly y talleres vinculados a la reutilización de materiales.
La distinción se entregará oficialmente el 13 de diciembre en Vilna (Lituania), ciudad que ostenta la capitalidad en 2025.
Más allá del reconocimiento navideño, Barcelona también compite para convertirse en la primera capital europea del pequeño comercio, una iniciativa impulsada por la Comisión Europea para revalorizar el comercio de proximidad. La ciudad se mide a Utrecht y Zaragoza, destacando un modelo que vincula actividad económica, cohesión social y planificación urbana, y que ha conseguido recomponerse tras el impacto de la pandemia.
De cara a 2026, la ciudad encara el reto de convertir su tradición navideña en un escaparate creativo capaz de proyectarse internacionalmente sin perder el vínculo con sus barrios y comerciantes.