Hasta ahora, los móviles compartían contenedor con el resto de aparatos electrónicos. A partir de diciembre, cada Punto Verde —ya sea fijo o móvil— contará con depósitos opacos y sellados destinados exclusivamente a estos dispositivos, con circuitos controlados y trazabilidad desde el momento de entrega. Detrás del proceso hay dos actores clave: la Fundació Ecoasimelec y la empresa de inserción Andròmines, que se encargan de retirar los contenedores, evaluar cada terminal, borrar sus datos de manera segura y determinar si puede volver a circular. Los que se salvan pasan a recondicionamiento y vuelven al mercado; los irreparables se fragmentan para recuperar materiales escasos como cobre, cobalt o litio.
La iniciativa, pionera en el ámbito urbano, busca atacar un triple problema: el coste ambiental de fabricar nuevos dispositivos, la toxicidad de los residuos electrónicos y la oportunidad perdida de crear empleo vinculado a su reparación. Para facilitar el proceso, el Ayuntamiento recomienda que las personas usuarias eliminen datos, restauren el dispositivo y desactiven cuentas antes de entregarlo.
El segundo servicio llega con espíritu festivo: del 15 de diciembre vuelve la recogida diferenciada de botellas de cava, diseñada para que el vidrio no solo se recicle, sino que pueda reutilizarse hasta quince veces. Esa prolongación de vida útil reduce en un 95% el consumo energético respecto a fabricar botellas nuevas. Tras su entrega en los Puntos Verdes, pasan a una planta donde se lavan, inspeccionan y clasifican; solo las aptas regresan al circuito; el resto, al reciclaje convencional.
En total, Barcelona cuenta con 134 Puntos Verdes, repartidos en instalaciones de barrio, de zona y unidades móviles. Más allá de ser un servicio gratuito, la red pretende consolidarse como herramienta práctica: un lugar próximo donde depositar residuos que no encajan en el contenedor de la esquina y, al mismo tiempo, una puerta de entrada a una economía más circular, tangible y cotidiana.