Este nuevo hito en el proceso canónico es fruto de más de treinta años de trabajo. En 1992 se fundó la primera asociación para impulsar su causa. Décadas después, y con el impulso del cardenal Juan José Omella, la positio —el documento que recoge los motivos espirituales y humanos que avalan la beatificación— llegó al Vaticano. Hoy, la firma del Pontífice coloca a Gaudí en el umbral de la santidad.
Pero para que la beatificación sea una realidad, falta un último elemento: el milagro. Un hecho inexplicable atribuido a su intercesión. Hasta entonces, Gaudí será recordado como lo que siempre fue: un hombre que no solo soñó templos imposibles, sino que vivió su oficio como un acto de oración.
Barcelona celebra la noticia con orgullo. Porque pocas veces el arte, la fe y la humildad se entrelazan con tanta belleza como en la vida —y la obra— de Antoni Gaudí.
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