Día de la Inmaculada Concepción
Cada 8 de diciembre, la Iglesia Católica honra a la Santísima Virgen María bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, recordando el dogma proclamado por el Papa Pío IX en 1854, que sostiene que María fue preservada del pecado original desde el instante de su concepción. Una idea que no solo habla de pureza, sino de la posibilidad de un mundo redimido desde su origen, de una humanidad capaz de empezar limpia de toda culpa.
El primer registro de esta celebración se remonta al siglo XVII en España, donde en 1644 ya se rendía culto a la Inmaculada. Años después, la devoción se extendería por todo el mundo hispano, adoptando costumbres propias en cada país: rezos, procesiones, vigilias, luces y cantos.
En España, la Inmaculada es patrona del ejército y del Estado Mayor, y su fiesta se vive con solemnidad: rosarios públicos, misas multitudinarias y un puente que une fe y descanso. En Colombia, la víspera se transforma en el entrañable Día de las Velitas, cuando millones de faroles encendidos convierten la noche en un mar de fuego y devoción. En Nicaragua, la gente grita al unísono «¿Quién causa tanta alegría? ¡La Concepción de María!», mientras reparten dulces en los altares domésticos. En Guatemala, el fuego purificador de la Quema del Diablo abre paso a la Virgen; en Panamá, coincide con el Día de la Madre; y en Chile, los fieles ascienden al Santuario del Cerro San Cristóbal, llevando sus promesas a los pies de la Virgen.
Más allá de las fronteras, el 8 de diciembre es un canto colectivo. Es la fe hecha luz, la promesa de un nuevo comienzo antes de la Navidad. Como escribió Juan Pablo II, «Con la Inmaculada Concepción comenzó la gran obra de la redención».