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22 de diciembre: qué se celebra hoy

Apenas un día después del solsticio, el mundo despierta con un aire distinto: la luz comienza a alargarse en el norte, y el verano brilla con fuerza en el sur. Es un tiempo de transiciones sutiles, donde la ciencia y la vida cotidiana se entrelazan. En medio de ese vaivén entre estaciones y temperaturas, hoy celebramos al instrumento que ha sabido traducir el lenguaje del calor y del frío: el termómetro. Su precisión discreta y su historia silenciosa acompañan desde hace siglos la evolución de la medicina, la meteorología y la tecnología, convirtiéndolo en un símbolo del afán humano por medir y comprender el mundo.

Foto por Pixel-Shot/ Shutterstock / FOTODOM

Día Mundial del Termómetro

El 22 de diciembre se celebra el Día Mundial del Termómetro, una fecha que rinde homenaje a un objeto tan común que rara vez reparamos en su importancia. Pero detrás de ese tubo de vidrio o pantalla digital late una larga historia de ingenio. Fue Galileo Galilei quien, en el siglo XVI, concibió el primer «termoscopio», una idea que transformó nuestra relación con la temperatura: por primera vez, el calor y el frío dejaron de ser simples sensaciones para convertirse en cifras, en conocimiento.

Décadas más tarde, el jesuita Jean Leurechon acuñó el término termómetro, y en el siglo XVIII Gabriel Fahrenheit dio el paso decisivo al inventar el modelo de mercurio, estableciendo además la escala que lleva su nombre. A él se sumó Jean-Pierre Christin, creador de la escala centígrada —más tarde conocida como Celsius— que hoy mide la temperatura de casi todo el planeta. Detrás de cada número que marca el mercurio o el sensor digital hay siglos de ensayo, observación y deseo de precisión.

Con el tiempo, el termómetro se convirtió en una herramienta esencial de la medicina. Desde los primeros modelos clínicos del siglo XIX hasta los modernos dispositivos digitales e infrarrojos, este pequeño instrumento ha sido testigo de pandemias, avances científicos y momentos íntimos de cuidado. En los últimos años, durante la crisis sanitaria global, volvió a ocupar el centro de nuestras rutinas, recordándonos que medir la fiebre es también una forma de vigilar la fragilidad de la vida.

Hoy, los termómetros digitales han sustituido al mercurio en nombre de la seguridad y el medio ambiente. Pero la esencia sigue siendo la misma: capturar el pulso invisible del calor, ese equilibrio que sostiene la existencia. El termómetro, humilde y exacto, sigue hablándonos en un lenguaje universal, donde cada grado encierra la historia del cuerpo humano y del planeta que habitamos.

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Publicado ID43549

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