El legado del mosquito
El Día Mundial del Mosquito recuerda al doctor británico Sir Ronald Ross, quien un 20 de agosto de 1897 descubrió la conexión entre las hembras de este insecto y la transmisión de la malaria. Su hallazgo no solo le valió un premio Nobel, sino que abrió el camino para entender cómo combatir enfermedades como el dengue, la fiebre amarilla o el zika.
En pleno siglo XXI, cuando seguimos sin vacunas para muchas de estas infecciones, el mosquito continúa recordándonos que la prevención es la primera línea de defensa. Este día no es un simple apunte científico en el calendario: es un llamado urgente a la conciencia global.
El triunfo de las patatas fritas
Pero el 20 de agosto también sabe a crujido dorado. Es el Día Mundial de las Patatas Fritas, esas tiras de tubérculo que cruzaron fronteras y conquistaron paladares desde el siglo XVII en Bélgica, donde se servían como sustituto del pescado en los inviernos helados.
De ahí saltaron al mundo entero, llegando incluso a la Casa Blanca en 1801, cuando Thomas Jefferson las ofreció en una cena oficial. Hoy son tan universales que cuentan con su propio museo en Brujas y con récords extravagantes como una ración de casi 455 kilos preparada en Idaho en 2014.
Las patatas fritas son más que un acompañante: son un símbolo de convivencia, de mesa compartida, de sabor simple pero irresistible.
Así, el 20 de agosto se convierte en una jornada singular donde se cruzan la fragilidad de la vida —amenazada por un insecto diminuto— y el placer cotidiano de la comida —encarnado en un plato sencillo que une culturas. Entre mosquitos y patatas fritas, este día nos recuerda que la existencia se construye con seriedad y disfrute, con prevención y con celebración.