Día Internacional de las Montañas
Desde 2002, la ONU celebra cada 11 de diciembre el Día Internacional de las Montañas, para recordar que estas gigantes silenciosas cubren más de una quinta parte del planeta y sustentan la vida de mil millones de personas. De ellas brota entre el 60 y el 80 % del agua dulce del mundo; en ellas nace la energía que mueve ríos y turbinas, el aire que respiramos y los mitos que nos sostienen.
El lema de 2024, «Soluciones basadas en las montañas para un futuro sostenible», pone el foco en la innovación, la adaptación climática y el papel de los jóvenes en la preservación de estos ecosistemas frágiles. Porque el cambio climático no solo derrite glaciares: también borra culturas enteras, desplaza comunidades y hace desaparecer paisajes que durante siglos fueron brújula y refugio.
Las montañas son algo más que geografía: son símbolos de resistencia. Desde el Fuji japonés, que cada amanecer parece tocar el cielo, hasta el Everest, que guarda los sueños (y las huellas) de quienes lo desafían. Allí donde la vida parece imposible, la montaña enseña su lección más alta: la de la humildad.
Día Nacional del Tango
En el otro extremo del mapa —y de la emoción—, Argentina celebra también cada 11 de diciembre el Día Nacional del Tango, homenaje a dos gigantes nacidos en la misma fecha: Carlos Gardel, el alma de la canción porteña, y Julio de Caro, el innovador que dio al género su forma moderna.
El tango nació entre inmigrantes, prostíbulos y puertos; mezcla de melancolía europea y ritmo africano, de lunfardo callejero y poesía doliente. Con el tiempo, esa música de los arrabales se convirtió en una lengua universal. En 2009, la UNESCO la declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconociendo su poder para contar lo que las palabras callan: la nostalgia, la pérdida, el deseo.
Gardel, con su voz de humo y elegancia, le dio al tango una dimensión eterna. «Volver», «Por una cabeza», «El día que me quieras» —cada canción suya es una historia de amor y destino, un puente entre Buenos Aires y el mundo. En cada compás hay una promesa: que la belleza también puede nacer de la tristeza.