La intervención parte del imaginario clásico de estas fechas —la luz que regresa, el renacimiento, el calor en mitad del invierno—, pero lo reinterpreta a través de las artes digitales. Las fachadas se llenan de estrellas que se desplazan como si siguieran una coreografía silenciosa, y la proyección asciende hasta confundirse con el cielo real, creando un puente entre la ciudad y el universo.
La pieza, delicada y envolvente, propone una cadencia lumínica que funciona casi como un latido colectivo. No hay estridencias: es una sinfonía suave, emotiva, que invita a detenerse y mirar. En las noches del 24, 25 y 31 de diciembre, así como el 1 y el 5 de enero, la obra mutará cromáticamente, celebrando los momentos más simbólicos del calendario navideño.
Sant Jaume se convierte así en un escenario abierto donde cualquiera puede sumergirse en esta experiencia inmersiva a cielo descubierto. Una Navidad que no solo ilumina la ciudad, sino también la manera en que la habitamos y la compartimos.