Tiene su origen en un episodio bíblico que relata la matanza de los niños menores de dos años, ordenada por el rey Herodes con la intención de evitar la llegada al mundo del niño Jesús, a quien se consideraba como una amenaza. La relación entre las bromas y engaños de este día y la historia de los niños se establece a partir de las engañifas que tuvieron que ingeniar los padres para proteger a sus niños y alejarlos de los perseguidores que venían de parte de Herodes.
A través de diversas tradiciones, en la actualidad se celebra en muchos países hispanohablantes como una fecha para gastar bromas, parecido al Día de los Inocentes en abril.