Rubens es el centro gravitacional de esta constelación de genios flamencos. A su alrededor orbitan Van Dyck, Jordaens y Brueghel, artistas que convirtieron el color, la carne y el gesto en una nueva forma de mirar el mundo. Obras como La muerte de Séneca o El nacimiento de Apolo y Diana no solo representan historias: las encarnan.
Dividida en siete ámbitos temáticos —de las «Pasiones divinas» a la «Naturaleza viva»—, la muestra revela cómo el arte del barroco flamenco no fue solo estético, sino profundamente político y emocional. Una sinfonía visual donde conviven la devoción, el lujo, el drama y la cotidianeidad.
Rubens pintó como quien compone una ópera: con exceso, con alma, con ambición. Y este recorrido es la mejor butaca para ver —y sentir— cómo su legado sigue latiendo cuatro siglos después.