La muestra sitúa en el centro la radicalidad de una autora que escribe desde la inocencia y la crueldad, desde la claridad y la sombra. En sus relatos conviven jardines domésticos y casas inquietantes, plazas silenciosas y árboles omnipresentes; junto al recuerdo luminoso del jardín infantil aparecen glicinias monstruosas, cactus feroces, flores venenosas y bosques que albergan fantasmas, suicidas y criaturas que solo existen en la frontera entre lo real y lo fantástico.
El recorrido se organiza como un gran bosque simbólico:
- Raíces, que remiten tanto a la formación literaria de Rodoreda como al desarraigo del exilio.
- Troncos, marcados por la experiencia de la guerra, llenos de nudos y heridas.
- Ramas, que buscan el diálogo con la tradición artística occidental —pintura, literatura, cine—.
- Copas, donde anidan pájaros y la imaginación roza el cielo.
- Semillas, que germinan en las obras creadas ex profeso por artistas contemporáneos inspirados en su legado.
La exposición establece un diálogo entre textos de Rodoreda y piezas plásticas, audiovisuales y documentos originales procedentes de la Fundación Mercè Rodoreda. Obras de Èlia Llach, Mar Arza, Cabosanroque, Oriol Vilapuig o Carlota Subirós, entre otros, conviven con nuevos proyectos seleccionados por Martí Sales, conformando un paisaje que permite leer a Rodoreda como nunca antes: desde dentro de su propio bosque.