En este escenario naturalista se despliegan las escenas esenciales del relato: la Anunciación a los pastores, el nacimiento, el avance de los Reyes Magos y la huida a Egipto —esta última situada entre ruinas faraónicas, como un breve paréntesis exótico dentro del conjunto. Las figuras combinan personajes del Belén tradicional con otros muy propios de la iconografía catalana: el pastor y sus ovejas, la pastora guiando gansos, el pescador, el cazador, el cantero, el buscador de setas y, inevitablemente, el caganer, siempre escondido y siempre esperado.
El pesebre es obra de la Asociación de Pesebristas de Barcelona, una entidad con raíces en el siglo XIX que desde 1921 mantiene viva la tradición de construir escenas que mezclan devoción, artesanía y un profundo conocimiento del paisaje. Su propuesta para este año es un homenaje a los entornos rurales que forman parte de la memoria colectiva de Cataluña, un recordatorio de que la Navidad también puede celebrarse mirando hacia los lugares que nos definen.
Un recorrido pausado por este pesebre permite reencontrarse con la tradición sin caer en la repetición: familiar, sí, pero siempre nuevo.