A través de la cámara de Jaques Léonard, testigo privilegiado, el visitante se adentra en escenas donde el pintor aparece despojado de la teatralidad que lo hizo célebre, mostrando una humanidad a menudo eclipsada por su personaje.
El encuentro entre Dalí y Léonard no fue casual: el industrial textil Albert Puig Palau, gran amante de las artes, propició ese vínculo que pronto se transformó en complicidad. Desde principios de los años cincuenta, Léonard desarrolló una serie de reportajes que combinaban la curiosidad del cronista con la sensibilidad del artista visual, construyendo un archivo único de imágenes que oscilan entre lo íntimo y lo documental.
La exposición ofrece así una ventana a la vida de Dalí, en un tiempo en que el pintor se consolidaba como figura universal, pero también buscaba espacios de recogimiento personal. Lejos de los grandes escenarios, estas fotografías capturan su cotidianeidad, sus gestos espontáneos y esa frontera difusa entre hombre y mito.