Desde los años setenta, Aguilar ha cultivado una práctica fotográfica paralela a su obra escultórica, no como archivo, sino como campo de investigación autónomo. En Contrapunto, por primera vez, esta dimensión se revela en toda su profundidad: una selección exhaustiva de imágenes que interrogan el paisaje, la arquitectura y el vacío como si fueran materia prima.
La muestra invita a ver como se ve en un taller: sin ornamento, sin jerarquías, en estado de trabajo. La disposición museográfica rehúye el orden tradicional para cuestionar cómo y desde dónde miramos. Aquí, los encuadres son cortes, las formas, una forma de pensamiento, y cada imagen, una tensión entre lo visible y lo ausente.
Completan la exposición varios proyectos audiovisuales que intensifican esta experiencia de percepción abierta, más cercana al cubículo de edición que a la sala blanca del museo. En Contrapunto, Aguilar descompone la mirada para volver a armarla desde otro lugar. Más atento, más lento, más propio.