En nuestra vida cotidiana todo parece convertirse en competición: el trabajo, las relaciones, la imagen personal. Queremos ser más fuertes, más rápidos, más productivos. Y cada objetivo lleva asociado un dato, un marcador, una cifra que, en lugar de liberarnos, nos atrapa en una lógica de autosuperación constante.
El deporte, con su despliegue de cronómetros, sensores, rankings y controles, se ha transformado en la metáfora perfecta de esta cultura: la victoria y el fracaso reducidos a números, la épica medida en milésimas de segundo. Y es precisamente esta idea la que la muestra despliega con ironía y lucidez, reuniendo obras que descomponen y cuestionan esta obsesión contemporánea.
A través de piezas que mezclan el absurdo y la crítica, la exposición revela cómo la competitividad se ha infiltrado en todos los rincones de nuestra vida hasta convertirla en espectáculo global, donde, al final, todos jugamos… y todos somos medidos.