El formato es sencillo, pero altamente adictivo: monólogos frescos, invitados que cambian en cada función y un tapeo que acompaña sin restar protagonismo al humor. Los cómicos suben al escenario con estilos muy distintos, lo que hace que cada sesión tenga una personalidad propia, imposible de repetir. Un día puedes encontrarte humor absurdo, al siguiente ironía afilada, y al otro improvisaciones que nacen de algún comentario del público y acaban convirtiéndose en el momento más memorable de la tarde.
El Llantiol, con su historia y su cercanía, funciona como un cómplice perfecto. La sala, íntima y cálida, potencia la conexión entre escenario y espectadores, haciendo que cada carcajada parezca compartida. Y para rematar, la entrada incluye una consumición: vermut, caña o refresco. Un detalle sencillo que completa la experiencia.
Los Vermunólogos no prometen cambios de vida, pero sí algo igual de valioso: un rato de desconexión, compañía y humor del bueno. Porque, ya se sabe, lo que pasa allí… se queda allí. ¿Listo para descubrirlo?