La instalación, con forma de iglú y cuatro metros de diámetro por casi tres de altura, acoge un planetario 360° que envuelve al público en un cielo en constante movimiento. Sentados bajo una bóveda que parece respirarse, los asistentes verán desplegarse rutas estelares, mitologías celestes y fenómenos astronómicos con una cercanía que normalmente solo es posible al aire libre, en noches muy despejadas.
El objetivo no es memorizar nombres ni datos, sino despertar curiosidad: entender cómo se organizan las constelaciones, por qué la luna cambia de aspecto, qué diferencia hay entre un planeta y una estrella, o qué historias inventaron los humanos para explicar lo que veían en el cielo. La astronomía aparece así no como una ciencia inaccesible, sino como un relato fascinante que conecta pasado, presente y futuro.
Diseñado para niños y niñas a partir de los 4 años, el espectáculo invita a familias enteras a viajar juntas, con los ojos muy abiertos y la imaginación encendida. En Navidad, cuando el mundo parece llenarse de magia, “Planetarium” recuerda que la magia auténtica lleva millones de años brillando sobre nuestras cabezas.