Lo que aquí se cuenta no es solo un asesinato, sino la explosión de una época. Cuatro mujeres sobre el escenario, acompañadas por una banda en directo, transforman la represión, la rabia y el deseo de justicia en un torrente sonoro que mezcla thriller, punk y tragedia victoriana.
Lizzie no pide perdón ni busca redención. Se levanta —sucia, furiosa, libre— para desafiar un sistema que la juzgó antes de escucharla. Su historia se convierte en un espejo incómodo y fascinante: ¿cuántas veces una mujer ha tenido que gritar para ser oída?
Con una energía que desborda el escenario, Lizzie. El musical convierte el horror en arte, la violencia en resistencia y el mito en un himno. No es solo teatro: es una descarga eléctrica de feminismo, historia y rock.