Con «La tercera fuga», la dramaturga Victoria Szpunberg firma una de sus obras más personales y complejas hasta la fecha. Lo que a primera vista parece una historia familiar se despliega como un mapa emocional que atraviesa países, generaciones y silencios heredados. La obra no narra un único exilio, sino tres momentos de fuga entrelazados que van de la Europa del Este en los años 20, al Buenos Aires de la dictadura militar, y desde allí hasta una Barcelona actual donde el pasado aún pesa.
La puesta en escena, cuidada al detalle, juega con varios idiomas, música en directo y una escenografía viva que acompaña los saltos en el tiempo. Pero lo esencial está en el texto: Szpunberg construye personajes reales, con contradicciones, con heridas, con humor. Lejos del dramatismo forzado, la obra se mueve con una naturalidad que permite al público reconocerse en muchas de sus capas.
Al frente del reparto está Clara Segura, que aporta una presencia firme y emocionalmente contenida. Su interpretación sostiene gran parte del relato y da forma a un personaje atravesado por la historia, pero también por las preguntas no resueltas.
«La tercera fuga» habla de política, sí, pero sobre todo de lo que queda cuando una vida se rompe. De cómo se transmiten los traumas sin palabras. De cómo una hija puede repetir los pasos de su madre sin saberlo. Y de cómo a veces no hay otra opción que huir para poder empezar de nuevo.
Es un montaje complejo pero de esos que dejan huella. Si estás en Barcelona, no pierdas la oportunidad de verlo antes del 1 de junio. No es solo teatro: es memoria viva puesta en escena.