Lejos del formato escénico tradicional, el espectáculo se despliega en distintos espacios que pueden explorarse sin prisas ni itinerarios marcados. Cada visitante decide cómo vivir la experiencia: detenerse, volver atrás, descubrir pequeños gestos o dejarse sorprender por encuentros inesperados. Incluso hay tiempo para escuchar los secretos que comparte Su Majestad y cruzar unas palabras con él.
Más allá de la magia, el proyecto nace con una clara vocación de encuentro. A través del lenguaje artístico, La hora mágica del Rey Baltasar tiende puentes con la comunidad africana y propone un espacio de convivencia, juego y creación compartida. Un lugar donde la celebración se convierte en diálogo y donde la tradición se abre a nuevas miradas, invitando a grandes y pequeños a descubrir, juntos, otra forma de vivir la espera de los Reyes.