En escena, Franquesa convierte esa frontera incómoda —ese momento en que aún te sientes joven pero las señales del mundo te colocan a un par de paradas del Imserso— en una fuente inagotable de humor. Su batalla no es heroica ni dramática: es cotidiana, reconocible y profundamente honesta. Un pulso constante entre el optimismo ingenuo y el pesimismo que asoma sin pedir permiso. Él lo asume con un escudo muy particular: la furia inofensiva, esa rabia que no hace daño pero que dice verdades que muchos prefieren callar.
El resultado es un espectáculo que habla a todos: a quienes recuerdan con ternura sus años gloriosos y a quienes todavía creen que tienen todo por delante. Cada uno encontrará su propia herida, su propio escozor... y la risa que lo acompaña.
Escocía es un espejo incómodo y divertido que, sí, escuece. Y lo seguirá haciendo.
Las entradas para verlo en el Jove Teatre Regina ya están esperando.