Este singular grupo de músicos proscritos, liderados por un director tan brillante como incorregible, se ha refugiado en un teatro en ruinas desde el que desafían la dictadura tecnológica que ha borrado casi toda huella de emoción humana.
Entre paredes desconchadas y focos que parpadean, los días transcurren en un caos encantador: ensayos imposibles, estrategias improvisadas y un humor irreverente que funciona como último escudo ante la deshumanización del mundo exterior. Allí, entre lo absurdo y lo heroico, nace una pregunta: ¿puede un puñado de músicos devolver la esperanza cuando la música ha sido silenciada?
Su respuesta llega en forma de concierto vibrante y virtuoso. El público asiste a un estallido de energía con obras como el Caprice n.º 24 de Paganini, la Aria n.º 3 de Bach, el fulgurante Zapateado de Sarasate o el Verano de Vivaldi, reinterpretadas con una intensidad que convierte cada pieza en un acto de rebelión poética.
Pensado para familias con niños a partir de 6 años, este espectáculo combina narrativa distópica, humor físico y talento musical para recordar algo fundamental: mientras haya alguien dispuesto a tocar, la música nunca desaparecerá.