La artista Florencia Castelli guía a los participantes paso a paso, desde las primeras pinceladas hasta el pequeño formato polaroid que da al taller un encanto especial. No se trata solo de aprender técnicas de acuarela, sino de experimentar con el color, jugar con la luz, equivocarse sin miedo y descubrir cómo cada trazo encuentra su propio camino.
El entorno invita a relajarse. Entre árboles, mesas al aire libre y una atmósfera cercana, la creatividad se abre paso con naturalidad. Mientras se pinta, cada asistente puede disfrutar de dos bebidas —desde agua o refrescos hasta una copa de vino o un cóctel— que acompañan la sesión sin restarle calma.
El taller es también un punto de encuentro: gente que llega sola o en grupo, que conversa, observa, comparte ideas y acaba llevándose a casa no solo una ilustración, sino un recuerdo construido con tiempo y color.
Una propuesta ideal para quienes buscan un plan distinto en Barcelona: sencillo, sensorial y lleno de detalles que inspiran.